Desde hace unos años proliferan los métodos que abordan el trabajo con la persona atendiendo a la mente y al cuerpo. Las palabras que usan unos y otros para describir su trabajo son muy similares, por diferentes que sean los modos de llevarlo a cabo. Además de los métodos, también son diferentes las personas que los aplican, en cuanto a su personalidad, a su recorrido vital, sus antecedentes profesionales, sus preferencias personales… También los diferentes practicantes de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos aplican de distintas maneras el método que aprendieron en su formación.
No obstante, creo que todos los que aplicamos el DFA en el trabajo con nuestros clientes, alumnos y pacientes estamos de acuerdo en considerarlo único, por la manera en la que combina la intervención física manual con la educación de la percepción sensorial. Esta combinación permite reconocer los significados que la persona ha asociado a las sensaciones que transcurren en continua fluctuación en el cuerpo en la relación con su entorno. De este modo la persona puede reconocer a partir de su propia experiencia sentida lo que sea que necesita atención para que pueda sentirse bien en su vida. Las estructuras del sistema nervioso encargadas de la percepción sensorial son las primeras en desarrollarse. Son de naturaleza receptiva. Reciben información sensorial de forma global, sin diferenciarla.
El desarrollo de las estructuras que generan la conciencia de “yo” se basa en una diferenciación primitiva de esta información en agradable y desagradable. Su naturaleza es incisiva. Incide en la fluctuación continua de las sensaciones y lleva al desarrollo de estrategias para obtener sensaciones agradables y evitar las desagradables.
Las herramientas:
- la contracción y relajación de los músculos para ejecutar desde los movimientos básicos de la vida hasta los sofisticados movimientos de la más sublime expresión artística
- y la contracción de la musculatura para parar el flujo de las sensaciones indeseables que se convierte en tensión habitual que ya no se puede relajar voluntariamente.
El resultado:
- en el mejor de los casos una persona consciente de sí misma, de sus talentos y capacidades así como de sus puntos débiles,
- capaz de encauzar
- el flujo de sus sensaciones,
- la valoración emocional y racional de los significados que ha asociado a esas sensaciones
- y las decisiones que deriva de ellas
- y, sobre todo,
- capaz de cuestionar los conceptos desarrollados bajo las condiciones iniciales de su vida,
- de soltarlos, si demuestran ser erróneos,
- y de seguir el desarrollo de sus capacidades hasta la muerte.
- Sin embargo, lo más normal es que la persona se quede atrapada en el patrón de tensión habitual, identificada con los conceptos del “yo” que desarrolló bajo las condiciones en las que transcurrieron los primeros meses y años de su vida, con una conciencia limitada de sus capacidades para generar su propio bienestar y una vida satisfactoria más allá de los límites de su patrón. Ha perdido el contacto con la fuente de información más importante para poder desarrollar las propias capacidades de modo que con el tiempo irán deteriorándose y perdiéndose con la vejez.
El DFA fomenta la colaboración entre ambos aspectos de modo que,
- en vez de intentar incidir para deshacerse de las sensaciones que se consideran indeseables, la persona aprenda a acogerlas para poder entender la información que traen y actuar de forma coherente para obtener un resultado eficaz que lleva a la satisfacción y da lugar a poder avanzar hacia el próximo paso
- en vez de intentar incidir para aferrarse al bienestar de un momento dado y perderlo precisamente por esto, la persona aprenda a acogerlo para disfrutarlo a fondo y “besarlo mientras pasa volando” como dice el poeta William Blake.
Más allá del referente de las coordenadas objetivas del campo gravitatorio –la vertical y la horizontal-, el DFA no aplica tipologías ni sistemas de descodificación ni establece diagnósticos, sino que entrena las facultades receptivas e incisivas de la persona para que pueda descubrir desde dentro lo que necesita sin tener que someterse a un sistema externo, por más probado y válido que sea.
Aunque el trabajo del DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos se puede llevar a cabo en un contexto cognitivo-conductual, sus creadoras Annie B. Duggan y Janie French y juntas a ellas muchos de los practicantes de DFA nos sentimos afines al proceso de individuación de la psicología junguiana. Los arquetipos son campos de fuerza comparables al campo gravitatorio de la Tierra. Las fases de desarrollo en las que nos encontramos en un momento dado de la vida y las funciones que cumplimos en la familia, en el trabajo y la vida social vienen marcadas por unas cualidades universales inherentes a cada fase, a cada función. Vivimos bajo su mandato arquetípico, normalmente sin darnos cuenta de ello. Pero es posible desarrollar la sensibilidad que permite percibir las demandas arquetípicas de cada momento vital por el efecto que tienen sobre nosotros para poder encontrar, momento a momento, la forma de relacionarnos que mejor nos sirve para llevar una vida plena.
La intervención manual del DFA no sólo (r)establece conexiones en el sistema nervioso sino que mejora también la hidratación de los tejidos, facilitando una transmisión ultrarrápida de información sensorial a través de todos los tejidos del organismo, desde las estructuras más superficiales hasta el interior del núcleo de las células más recónditas.
Por tanto, con su intervención manual típica en combinación con la educación de la percepción sensorial, el DFA facilita un flujo óptimo de información a través de todo el organismo y capacita a la persona para acoger y procesar esa información para procurarse una vida saludable y feliz.